Durante casi 72 horas, en una suerte de reality show, gran parte de los argentinos fuimos convocados por los medios de difusión a seguir en vivo la búsqueda de una nena presuntamente secuestrada por un cartonero. Vimos las movilizaciones de vecinos solidarios, cortando la autopista Dellepiane, ministros, policías y personal judicial desplegando las fuerzas estatales para capturar al esquivo cartonero, con probable retraso madurativo, armado de una bicicleta y usando transporte público. El periodismo carroñero, en su salsa, lanzaba diferentes hipótesis: trata de personas, violación, asesinato y otras tragedias. No faltó enjuiciamiento a la madre, por ser adicta. Entre tanta especulación, y ante la falta de novedades, en alguna pantalla se mostró el lugar en que vivían Maia y su mamá: una especie de carpa atada al tronco de un árbol. Fue como un relámpago en una noche oscura: iluminó plenamente, pero sólo duró un instante. Si bien se habló, ineludiblemente, de inequidad, de pobreza extrema, la falta de teoría era muy notoria. Nadie puede responsabilizar al periodismo por carecer de teoría social; tampoco abunda entre quienes se dedican profesionalmente a las ciencias sociales. Eso hace necesario que veamos las dos caras del asunto.
Lado A
Una nena de siete años fue raptada por un
cartonero. La madre hace la denuncia, pero le cuesta ser escuchada por las
autoridades. Cuando se hace efectiva, se han perdido valiosas horas. Al día
siguiente, y bajo la presión de la movilización de vecinos, que cortan un
acceso a Capital, más la presencia de los medios, aparecen imágenes del
secuestrador y la nena, andando tranquilamente por la ciudad, tomando un tren,
pidiendo en comercios. Todos se preguntan por la eficacia policial, esperando
que lo capturen al segundo. Incluso se increpa a las autoridades por la
ineficacia en la cacería. Urge la punición ejemplar para con el presunto
abusador, del que hay diversas historias de antecedentes que validarían esa
especulación. Finalmente, hoy a la mañana dan con el sujeto, y Maia, sin
aparentes lesiones, es rescatada. Gran alivio general, orgullo de funcionarios
que explican su eficacia en la cacería, el “degenerado” preso. Y, como frutilla
del postre, cuando se le preguntó a la nena qué quería, pidió una hamburguesa
(un verdadero manjar para ella, seguramente) y de inmediato aparecieron tres
personas con cinco enormes bolsas de McDelivery y un mensaje manuscrito: “Para
Maia”. El reality show se convertía, en su final, en un show bussines. Tras ello,
encendidos (y, en gran parte, sinceros) pedidos de tomar conciencia sobre la
situación de pobreza extrema. Pase de facturas entre políticos. Y todo se
retroalimentará en los canales usuales. (Como una suerte de ironía, en los
medios de difusión se la comenzó a llamar “menor M”, ya que dar su nombre sería
vulnerar sus derechos…)
Lado B
Un sujeto invisible, indocumentado, con
tres registros en la provincia de Buenos Aires, invisible aun físicamente,
porque puede moverse a la luz del día que nadie lo ve, se lleva a una nena
igualmente invisible, no visible para la escuela, a la que no asistió nunca, no
visible para los transeúntes que seguramente la cruzaban cuando acompañaba a su
madre (tan invisible como ellos) a cartonear. Todos invisibles para todos,
menos para otros invisibles: sus vecinos, los que organizaban el comedor
comunitario, esos despreciables “planeros”. Como diría Galeano, los “nadies”.
Por lo que se sabe, la madre sería adicta a
las drogas. Sería lo más razonable. No se me ocurre otra forma de soportar esa
vida, si no es bajo el efecto de narcóticos. La drogadicción, en estos
sectores, no es un problema; es la única solución para afrontar lo que no tiene
solución para ellos, que es la miseria extrema. Por su parte, el “malhechor”
sería alguien con retraso madurativo, lo que antes se llamaba retraso mental. Si
así fuera, también encuadraría con su condición de haberse (según declaró una
tía suya) criado como pudo, durmiendo en alcantarillas y viviendo en la calle
desde niño, ya que su madre no podía hacerse cargo de los once hijos. ¿Se le
puede exigir racionalidad y respeto normativo a quien se socializó en las
cloacas? ¿Se le puede exigir una ética basada en valores “universales” a quien
ha construido valores en una pelea cotidiana con el hambre (no metafórico), en
la cual habitualmente perdía?
Una hipótesis razonable que alguien dijo en
un medio, es que podría tratarse simplemente de algo que el sujeto nunca valoró
como transgresión de ningún tipo: se llevó a la nena con permiso de la madre, y
el tiempo con la nena no sería una variable pertinente; la tendría con él de
manera indeterminada, pero no para “quedársela”, sino hasta que, por efecto de
su trashumancia, se cruzase nuevamente con la madre de la misma.
Pero nada de esto será, siquiera,
examinado. Con el tipo preso está resuelto el problema. Y a la nena, además de
las hamburguesas de McDonalds, posiblemente se le consiga alguna solución
puntual para ella y su madre. Con el tiempo los debates sobre la pobreza
pierden fuerza, otra noticia desplaza el foco de atención, y todo vuelve a la
normalidad.
En síntesis
Pero no se ha tocado el verdadero problema.
¿Podemos escandalizarnos por la pobreza, sin escandalizarnos por la riqueza,
que es la otra cara de la moneda? Discutimos sobre la eficacia de las agencias
gubernamentales, de las políticas, sin advertir que nada puede tener eficacia
cuando está montado sobre un eje falso. Si no se cuestiona la estructura, de
nada vale cuestionar los matices. Y no se puede discutir lo que no se nombra. Si
tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra, no es “un bicho”, es perro. Si hay pobreza creciente y
riqueza creciente, no es “injusticia”, es capitalismo. Pero, como decía Bertolt Brecht, el capitalismo
es un caballero al que no le gusta que lo llamen por su nombre.
Si naturalizamos el capitalismo, ningún
cambio es posible. Nos han hecho creer que el capitalismo es la única forma de sociedad
viable. Y a muchos sectores que cuestionan las desigualdades, le han concedido
la rebeldía de usar la “e” para “incluir”… Es hora de ponerse a pensar seriamente en los cambios sociales
imprescindibles.
5 comentarios:
Yo pensaba en eso, si se la habría llevado con consentimiento de su madre y, en su "ingenuidad" (?), no vio que fuera a ser el circo que mostraron los medios, de lo que se alimentan, lo que aprovechan y provocan en la "opinión pública", la de algunos, claro. A la "niña M" le violamos los derechos hace mucho tiempo... tremendo. Gracias Flabi
Muy buen análisis, la sociedad parece que sólo se escandaliza a través de los medios... luego será una "planera" más y nuevamente será invisible para muchos.
Gracias Filomena. Había salido duplicado, por lo que borré uno.
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