domingo, 24 de marzo de 2024

Los neofascistas y su incomodidad con la historia. Son 30.000

Hoy, 24 de marzo la población le dio una contundente respuesta a la pretendida instalación de un debate que no es. Los neofascistas, encabezados ahora por Victoria Villarruel, quieren discutir el número-símbolo de 30.000 detenidos-desaparecidos.

Apelan para ello a dos estrategias argumentales: una que es instalar la duda a partir del número de casos denunciados, y la otra de que fueron acciones de guerra. Tomemos cada uno de ellos y analicémoslo sin pretender negar la negación enunciando principios.

¿Hubo una guerra civil en Argentina en los años ’70? Hace más de 20 años publicamos un grupo de investigadores Orígenes y desarrollo de la guerra civil en Argentina. 1966-1976 (Eudeba), libro en el que analizábamos la emergencia y actividad de las fuerzas guerrilleras. Allí sosteníamos que después del “cordobazo” se había entrado en una etapa de guerra insurgente, que llevó a la creación de las principales organizaciones armadas el año siguiente. Indudablemente se puede hablar de guerra desde entonces. Pero toda guerra tiene principio y fin. Si se puede localizar el inicio con el levantamiento de Córdoba en mayo de 1969, no cabe duda que después de diciembre de 1975 (ataque en Monte Chingolo) las principales organizaciones ya pierden capacidad operativa, sin la cual no se puede hablar de guerra, que es cuando dos o más contrincantes tienen voluntad y capacidad de lucha. Justamente es la derrota de las fuerzas insurgentes lo que posibilita el golpe de Estado de marzo de 1976.

Significativamente, desde 1970 hasta la derrota insurgente, quienes hablaban de guerra eran las organizaciones guerrilleras, y quienes negaban que se trataba de una guerra eran las fuerzas armadas estatales. Tras el desenlace, quienes esgrimen el argumento de la guerra son las fuerzas estatales, y quienes lo niegan son los sobrevivientes del genocidio que sobrevino tras dicho desenlace.

Porque esto es lo que debe comprenderse: tras la guerra se produjo la cacería y el genocidio. Y esos son crímenes de lesa humanidad, sean cometidos en guerra o en paz. La guerra no habilita a cualquier cosa, existen los crímenes de guerra. La desaparición forzada de personas es un crimen, haya sido cometida en tiempo de guerra o de paz.

El otro artilugio es deslegitimar la denuncia cuestionando el número. Para ello niegan que hayan sido 30.000. Sin embargo, este número no surge de un capricho; se trata de una estimación que se hizo en base a indicios relativamente certeros. En el marco del “Plan Cóndor”, por el cual las dictaduras del cono sur cooperaban intercambiando prisioneros detenidos-desaparecidos, los servicios de inteligencia de cada país tenían “delegaciones” en los países vecinos. Un agente de la DINA chilena (el homólogo de la SIDE argentina), Enrique Arancibia Clavel, envió a su central un documento fechado el 4 de julio de 1978. En el mismo consigna una información que “logró conseguir en el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, sito en Callao y Viamonte de esta Capital, que depende de la Jefatura II Inteligencia Ejército [SIC] del Comando General del Ejército y del Estado Mayor General del Ejército. […] Si tienen computados 22.000 entre muertos y desaparecidos, desde 1975 a la fecha.”

Habían pasado poco más de dos años de dictadura y restaban aún cinco años y medio. Por supuesto que el ritmo del genocidio fue decayendo posteriormente, pero tomando este dato, simplemente descontando los muertos “en enfrentamientos” (que se publicaban en los diarios) se obtienen los detenidos-desaparecidos; se confrontan con las denuncias de desapariciones y se obtiene una ratio para estimar el número real. En base a las denuncias de desapariciones posteriores se utiliza dicha ratio, y se puede estimar el número total de detenciones-desapariciones. El número de 30.000 surge de allí.

Aclarado el origen, no se puede omitir el fondo del razonamiento neofascista. ¿Acaso la tan mentada inseguridad se sustenta en las denuncias de ilícitos? Si fuese así, viviríamos en una especie de paraíso en el que el aburrimiento sería el mayor problema. ¿Se le ocurriría al desquiciado ocupante de la Rosada, tan amigo del Estado israelí, pedir una lista de los 6 millones que perecieron en el Holocausto? Su catadura moral es asimilable a su coherencia.

Son 30.000.